Las últimas elecciones en el Perú reflejaron una pugna entre dos facciones de la gran burguesía, por un lado, la burguesía compradora que estuvo representada por Keiko Fujimori y la burocrática por Ollanta Humala, en su competencia de quién de ellos sirve mejor a sus intereses y al imperialismo, principalmente norteamericano. En la segunda vuelta realizada el 5 de junio gana por poco margen y con una inversión millonaria el Capitán de Madre Mía, trayendo como consecuencia de ello los reacomodos de las clases dominantes, las pugnas por obtener mayores cuotas de poder y por los primeros resultados que estamos constatando se viene imponiendo otra vez el sector comprador, para eso tienen a Toledo como su punta de lanza y algunos personajes del cogollo humalista y en esta primera escaramuza ya pusieron al presidente del BCR, quien tiene la responsabilidad de conducir la política monetaria, y es muy probable que también controlen la política fiscal, a través de uno de sus cipayos en el Ministerio de Economía y Finanzas. Obviamente la controversia entre ambas facciones es más formal que de fondo, pues las dos defienden el fortalecimiento de la economía de mercado y del sistema democrático burgués, sin embargo para una el eje central es el capital privado –donde el rol fundamental lo tiene el mercado- y para la otra debe propiciarse una mayor participación estatal, pero coinciden en la necesidad de preservar el actual estado de cosas y para quienes han ganado sólo debe maquillarse el sistema, realizar algunas reformas o medidas de política social con el propósito de que el pueblo peruano no se levante en protesta por reconquistar sus derechos conculcados e incluso luche por un nuevo orden social.
El diario La República el 18 de julio reseña así una de las últimas decisiones del presidente electo y que expresan de manera notoria las componendas, arreglos y pugnas entre facciones de la clase dominante: “Nacionalismo hace primera concesión a empresarios, lo que genera malestar en sus filas. Líder de Gana Perú también dejó abierta la posibilidad de que Luis Miguel Castilla, ex viceministro del actual gobierno, asuma la cartera de Economía”. Citando las palabras del militar electo presidente, realizadas la noche anterior en un programa televisivo, el diario continúa, “Velarde aceptó el desafío de mantener la política monetaria y macroeconómica del país (s/n). Construiremos un gabinete de concertación, crearemos estabilidad y creo que estamos dando los mensajes adecuados”. En tal sentido, la interrogante que debemos hacernos es, ¿dónde quedó el cuestionamiento a la política neoliberal y el plan de gobierno de “la gran transformación”?, es decir, de un plumazo han archivado su crítica nacionalista al modelo neoliberal y el sentido de la Gran Transformación, así como los ocho capítulos de su primer Plan de Gobierno, su Compromiso con el Pueblo Peruano y sus Lineamientos Centrales de Política Económica y Social para un Gobierno de Concertación Nacional. O no será que últimamente el señor Ollanta con sus dones sobrenaturales y su probada capacidad de buen lector en debates ha convertido a Julio Velarde de neoliberal confeso en un soldado nacionalista.
Ahora veamos algunos antecedentes del señor Julio Velarde. El presidente del BCR ratificado es un neoliberal formado en la Universidad del Pacífico, Jefe del equipo que elaboró el plan de gobierno de Lourdes Flores cuando fue candidata del PPC, un partido de extrema derecha y ocupó cargos en varios organismos financieros internacionales (BM, FLAR, BID, etc.) que diseñan las políticas económicas antipopulares para los países del tercer mundo y esa orientación continuará en el próximo gobierno con el modelo de hambre y saqueo, pero no solo eso, sino además se ha opuesto a que su nuevo jefe incremente la Remuneración Mínima Vital (RMV) de S/. 600 a S/. 750 argumentando que medidas como esta ahuyentarán las inversiones, lo que no es otra cosa más que eternizar las condiciones de sobrexplotación de la fuerza de trabajo, obtención de mayor plusvalía, la depredación de los recursos naturales para aumentar la renta de las empresas, la contaminación del medio ambiente, el aumento de la pobreza y otros males del capitalismo, en definitiva seguir con la política del perro del hortelano del actual gobierno, de allí que Alan García haya dicho en uno de sus mítines en Manchay: “Les pido que así como me recibieron a mí para educarme en el cariño al pueblo, vengan a reunirse con el futuro presidente y le den el mismo trato que me dieron a mí”, reconociendo que la prensa reaccionaria lo ha tenido como su niño mimado y no ha denunciado, menos investigado con acuciosidad los casos de corrupción y los asesinatos en las protestas populares que llegan a más de 100 personas; por todo ello los grandes medios de comunicación, la bolsa de valores, los gremios empresariales y sus plumíferos de toda laya hayan gritado alborozados que esta decisión del nuevo presidente garantiza la continuidad del modelo económico de crecimiento dándole énfasis a la inclusión social, eufemismo para encubrir las políticas de limosna hacia los pobres que se aplican en las naciones oprimidas.
Ahora que nos dirán los defensores de Humala, como Patria Roja, CGTP, PS, Ciudadanos por el Cambio y otros oportunistas, que bajo el manto de lucha por el cambio y contra el retorno del fujimorismo, sólo tendremos más de lo mismo, nuevas ataduras con viejos nudos, pero ese ha sido el comportamiento de la llamada izquierda legal, que siempre apoyó a sus propios verdugos, lo mismo hicieron con Alan García el 85, se repite con Fujimori el 90 y actualmente con su comandante, pues no entienden lo esencial de la teoría del Estado. Solo cabe recordarles lo que hace muchos años manifestaron los maestros de la clase trabajadora, para Lenin “…todo Estado en el que existe la propiedad privada de la tierra y los medios de producción, en el que domina el capital, por democrático que sea, es un Estado capitalista, una máquina en manos de los capitalistas para el sojuzgamiento de la clase obrera y los campesinos pobres. Y el sufragio universal, la Asamblea Constituyente o el Parlamento son meramente una forma, una especie de pagaré, que no cambia la esencia del asunto”. Además sostiene que “todos los socialistas, al explicar el carácter de clase de la civilización burguesa, de la democracia burguesa, del parlamentarismo burgués, han expresado el pensamiento que con la máxima precisión científica formularon Marx y Engels al decir que la república burguesa, aun la más democrática, no es más que una máquina para la opresión de la clase obrera por la burguesía, de la masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas”. Estas correctas tesis son continuación de lo afirmado por Marx en el sentido de que: "A los oprimidos se les autoriza para decidir una vez cada varios años qué miembros de la clase opresora han de representarlos y aplastarlos en el Parlamento". Por ello el pueblo no debe ilusionarse otra vez más en esta democracia farisea, por el contrario debe forjar su propio camino para lograr una sociedad superior, en la que efectivamente los productores no sólo sean dueños de su fuerza de trabajo, sino también de los productos que generan.
Finalmente, lo que estamos observando últimamente en la coyuntura política, esperamos equivocarnos, es una situación similar a lo acontecido en la década de los noventa, donde el pueblo peruano fue embaucado bajo la prédica de una política antishock por Fujimori con la colaboración de todos los “izquierdistas” de aquella época, pero luego de aupado en el poder el genocida, aplicó disciplinadamente los dictados del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial -organismos al servicio del imperialismo-, es decir una severa política de reformas estructurales y estabilización macroeconómica. Con la ratificación del actual presidente del BCR el pueblo peruano podrá creerle al gobernante electo que cumpla con sus promesas de campaña, pues todos sus voceros ahora dicen que se cumplirá siempre que la caja fiscal lo permita, sin ser agoreros ni poseer una bola de cristal, la situación del pueblo peruano, particularmente de los pobres, no cambiará sustancialmente, lo que hace fundamental el fortalecimiento de las organizaciones populares y sindicales para encarar esta nueva estafa en ciernes y forjar su camino independiente, ya que la historia demuestra que su único camino es la lucha y la unidad.